Revenge (2017).
Dirigida por Coralie Fargeat y protagonizada por Matilda Lutz, es una película de venganza que se adentra en el subgénero del rape & revenge, pero lo subvierte de forma radical. A primera vista parece seguir la fórmula clásica: una mujer es agredida brutalmente y luego busca venganza. Pero aquí hay mucho más.
Estética hiperviolenta y estilizada:
La directora transforma el desierto en un espacio onírico, casi surrealista, con colores saturados, planos meticulosamente compuestos y una banda sonora electrónica pulsante. La violencia es extrema pero estilizada, como si Tarantino se cruzara con Gaspar Noé. Esto la aleja del morbo realista de otros films similares y la sitúa más cerca del cómic o el mito.
El cuerpo como campo de batalla:
Matilda Lutz interpreta a Jen, una joven inicialmente hipersexualizada por la cámara (intencionadamente). Tras la agresión y la caída por un acantilado (sí, literalmente renace de sus cenizas como un fénix), su cuerpo se transforma: sangra, se mutila, se cura a base de fuego, se reconstruye. Se convierte en una figura casi sobrenatural. No es una víctima que se convierte en heroína: es una superviviente que se vuelve símbolo.
Subversión del género:
Fargeat toma todos los códigos del cine explotativo masculino y los revierte desde una mirada femenina. La cámara deja de ser voyerista y se vuelve subjetiva, visceral. Los agresores, que al principio parecen seguros y dominantes, se desmoronan, se animalizan. El poder cambia de manos, pero no de forma fantasiosa: es dolorosa, brutal y sangrienta.
Matilda Lutz, carisma y fisicidad brutal:
Sin apenas diálogo, Lutz sostiene la película con una mezcla de vulnerabilidad y furia. Su actuación es física, primaria, pura supervivencia. No busca justicia ni perdón, sino destrucción.
La película no se regodea en la violación —de hecho, corta la escena de forma seca— y enfoca su atención en las consecuencias, tanto físicas como psicológicas. Su violencia no es gratuita: es una respuesta a una cultura de impunidad, de complicidad masculina, de consumo del cuerpo femenino como espectáculo. En resumen: Revenge es una película feroz, visualmente impactante y políticamente afilada. No es fácil de ver, pero tampoco busca complacencia. Es una ópera sangrienta donde el cuerpo femenino, antes cosificado, se convierte en el motor imparable de la justicia por mano propia. Un debut furioso de Coralie Fargeat y una transformación icónica de Matilda Lutz.
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